Ejercicio realizado a partir del taller Luciérnagas y neones. Personaje, deseo y espacio en el relato con María Bastarós. Taller llevado a cabo en el espacio de la librería Fuentetaja en Madrid durante los días 21, 22 y 23 de junio de 2022.
Resultado
Volvías como si no pasase nada. En el tren de las 8, con toda esa gente que va a trabajar, como si tuvieses algo importante que hacer. Todo el mundo en el vagón parecía tener un sitio a donde ir, una misión perfectamente definida. Probablemente no era así, pero tampoco podías saber cuántos de ellos estaban fingiendo. Tú sí lo hacías. No tenías ningún interés real, solo un simple pretexto. Aunque sabías perfectamente que estabas huyendo, incapaz de quedarte parada y contemplar desde tu posición qué era lo que estaba pasando.
A veces necesitamos tropezar varias veces con la misma piedra antes de quedarnos a vivir en ella. La piedra puede ser una nostalgia genérica o un recuerdo concreto. Un nombre, un bar. Aquel chico con el que nunca te acostaste, a quien tal vez, ni si quiera conociste. Cuántos de nuestros errores no son si no una construcción que hacemos a posteriori, a partir de algo que una vez deseamos. Las vidas no vividas siempre son más interesantes. Le conociste antes de una fiesta, en casa de unos amigos. Él estaba montando un pequeño escenario. Tu cabeza le recuerda con una camisa demasiado bien planchada y el pelo sucio de escayola. Te encontraste con sus ojos entre la maraña de pelo ondulado que le caía sobre la frente. Esa noche acabaríais juntos. ¿Por qué no? Si eso era lo que deseabas entonces y eso es lo que quieres recordar ahora. Pero no, no fue así. Él solo trataba de ser un poco simpático con aquella pobre chica desorientada y sola y tú te marchabas de vacaciones a la mañana siguiente. ¿Quién te has creído que eres?¿La eterna Ilsa Lund? Querida, él tiene novia y es una chica espectacular. Guapa, inteligente, desinhibida y culta. Se droga en su justa medida, la dosis exacta. Nunca dice una palabra incorrecta, nunca habla de más, tiene una sonrisa preciosa y a cada carcajada suya, el mundo deja de girar para contemplarla. Hasta cuando se le va la mano y acaba vomitando, su vómito resulta encantador y de un equilibro plástico alucinante. Esa mujer vomita auténticas obras de arte. Nada que ver contigo, que siempre sales mal en las fotos y dices cosas a destiempo, de las que tarde o temprano te acabas arrepintiendo. Pero no te preocupes, que dentro de 5 años, él reconocerá que es gay y dejará a la chica espectacular número 45 que ha pasado por su vida desde que os encontrasteis en aquella fiesta. Se presentará como un homosexual recién liberado después de tantos años de autorrepresión más o menos consciente, contará su historia atormentada, hablará de los fracasos que tuvo con todas esas chicas estupendas y tú te enterarás de todo en la próxima cena de chicas, en la que ya habrá más separadas que casadas, mientras tus amigas de toda la vida intercalan los cotilleos con la puesta al día de sus trabajos aburridos y de sus soporíferos planes vacacionales, que te hacen plantearte en qué fallaste para estar ahí sentada, hablando de obviedades y aburriéndote como la beluga del acuario. Pero es que tú nunca has tenido un trabajo fijo, ni planes, ni dinero, ni exmarido, ni nada. Tú estás ahí asintiendo y fingiendo poner cara de interés porque lo tuyo ya no tiene arreglo. Da gracias de que todavía quede alguien que quiera sentarte a su mesa. Has tomado todas las decisiones equivocadas. Tienes una lista interminable de oportunidades perdidas que no supiste identificar y coger al vuelo. Ya eres demasiado vieja para empezar nada y todavía demasiado joven para unirte a los yayoflautas y salir a manifestarte por las pensiones.
Toda esa gente aburridísima hizo lo correcto. Estudió, buscó un trabajo, tal vez opositó, tal vez se quedó con las ganas de opositar, tuvo sus hijos y su objetivo en la vida va mucho más allá de que no se les mueran. No lo dicen, es su secreto mejor guardado, pero saben a ciencia cierta que tienen auténticos genios en casa. Tú piensas que proyectan todas sus frustraciones sobre sus hijos. Pero no, nada de eso, ellos lo niegan, saben lo que se hacen. Tiene un montón de facturas de psicólogos infantiles que acreditan lo bien que conocen a sus hijos, lo mucho que se preocupan. No como tus padres, que esos sí que no tenían ni idea de cómo había que educar a los niños. Ellos les hablan de gestión de las emociones, de sexualidad, de ecología, de feminismo, les compran muebles y juguetes montessori, les llevan a festivales, a museos, a conciertos de rock. ¿Cómo no va a triunfar en la vida un niño que con 7 años aprende a tocar el No surprises de Radiohead con el ukelele? No hay nada en su existencia que huela mínimamente a rancio. Ni por asomo. La base de su educación es apropiarse siempre de las últimas tendencias. Molar justifica todo lo que esos pequeños tiranos hagan en su día a día. Molar justifica cualquier falta de empatía, porque ellos, empatía, la tienen toda. Pero qué le van a hacer si son una especie superior, una raza tan guay que apenas puede soportar el tedio estar siempre en posesión de la verdad y el conocimiento absolutos. Y claro, tienen que desfogarse cargando contra quienes tuvieron juguetes de plástico en lugar de piezas de madera, porque no les entienden. Es muy duro ser tan genial. No creas que para ellos es fácil.
Esas criaturas dirigirán el mundo, pararán el cambio climático, acabarán con el hambre, la pobreza, las injusticias. Están predestinadas a los futuros más brillantes, a formar parte de la Historia. Porque sus padres saben cómo tienen que hacerlo. Porque ellos sabrán, cuando llegue el momento, cómo tienen que hacerlo. Nunca dan un paso en falso, nunca se equivocan. Y nunca se equivocarán. No como tú, que lo hiciste todo mal. Qué lástima. Pero eso ahora ya no importa. El tren se ha parado, has dejado atrás el andén y sólo has tenido que salir de la estación y cruzar los seis carriles de la avenida antes de atravesar la gran puerta de entrada y localizar rápidamente tu destino. Ahora ya estás dentro. A partir de ahora, te toca a ti.
– Buenos días, niñas, niños, niñes. Me llamo Luisa y este año seré vuestra tutora.
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